En el post de hoy, dejaremos de lado la temática jurídica sobre el divorcio para dejar un espacio a las emociones que aparecen tras la ruptura y que condicionan mucho el procedimiento judicial. Para ello he contado con la colaboración de Mónica Timón Herrero, Doctora en psicología y psicóloga clínica. Mónica ejerce en Barcelona y tiene la siguiente página web, donde podréis contactar con ella y encontrar más información www.monicatimon.com

Es una gran profesional, que tuve el placer de conocer hace un tiempo y quien estuvo encantada de apoyar mi blog con su excelente aportación.

¿Qué implica una ruptura?

Para saber cómo afrontar una ruptura de pareja o sentimental primero hemos de entender qué implica una ruptura.

Hay dos aspectos importantes que hemos de tener en cuenta.

Una ruptura implica una pérdida. Perdemos la realidad que hasta ahora conocemos (compartir cosas con alguien, amistades comunes, la gestión conjunta del cuidado de los hijos e hijas si se tienen, el nivel económico…), y hemos de resituar y adaptarnos a una nueva realidad. No sólo hay una pérdida de cosas tangibles o materiales, sino que también hay pérdidas simbólicas: la idea de “tengo pareja para toda la vida” o del “amor eterno”, de los proyectos y sueños ideados como pareja, el sentimiento de confianza en alguien, de lo pensado como un logro y la consiguiente vivencia de fracaso…

Cualquier pérdida, por pequeña que sea, implica ELABORAR UN DUELO, y como su nombre indica, conlleva conectar con el dolor, y eso nunca es fácil.  El dolor es tanto emocional como físico (insomnio, taquicardias, dolor de cabeza…). A pesar de la intensidad y malestar con la que se pueden vivenciar los sentimientos y síntomas asociados, estos van disminuyendo gradualmente hasta que se inicia el proceso de aceptación de la pérdida, que da lugar al reajuste emocional y psicológico. La intensidad del duelo dependerá de diversos factores, como el tipo y duración del vínculo emocional existente, si es una ruptura unilateral o no, el momento vital de cada persona, que haya infidelidad o terceras personas… Pero es cierto que comporta un tiempo de tener que aprender a gestionar sentimientos que generan un intenso malestar, tanto en la persona que es abandonada como en la que abandona.

Superada la fase de negación y shock, sentimientos de rabia, impotencia e injusticia (y más si consideramos que ha habido una traición), forman parte de ese proceso. Sentimientos que si no se saben manejar pueden derivar en sentimientos de resentimiento, rencor e incluso venganza. También suele aparecer el sentimiento de culpa (por no haberlo visto venir, por creer que no se ha hecho lo suficiente y que podía haber hecho más, por pensar que ha sido mi responsabilidad o por el daño que pienso que estoy causando a la persona que dejo…), y que puede incidir en nuestra autoestima. Sin olvidar los sentimientos de tristeza, ansiedad y desesperanza, que hemos de aprender a tolerar y gestionar, de forma que no nos anclemos en el pasado.

También es importante señalar que la ruptura implica un cambio, y saber gestionar los cambios no es fácil, porque aparecen con frecuencia los miedos: miedo a la soledad, a si seré capaz de salir adelante sin nadie, a si volveré a enamorarme y conocer a otra persona…

Todo esto implica una ruptura en sus primeros momentos, y es importante saberlo para tener presente que tenemos derecho a sentirnos de ese modo y que entra dentro de la normalidad, a la vez que nos sirve para entender que se trata de un proceso que tiene un fin si se sabe gestionar adecuadamente; en aquellos casos en los que veamos que no somos capaces es conveniente buscar ayuda profesional. También es importante tenerlo en cuenta porque ante un proceso de divorcio hemos de ser conscientes de en qué momento emocional se está (incluyendo a la ex pareja) para estar alerta ante determinadas decisiones importantes que hemos de tomar.

 

Photo by Kelly Sikkema on Unsplash

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Abogada licenciada en derecho en la Universidad de Barcelona con Máster en Derecho de Familia e Infancia entre otros.

Desde la salida de la carrera ha trabajado en diferentes bufetes de abogados hasta que en 2017 funda en Igualada y Barcelona su propio despacho, Aylagas Abogada ofreciendo servicios como abogada de familia y mediadora. 

Forma parte de la Sociedad Catalana D’advocats de Familia (SCAF)

Marina Aylagas Abogada de Familia en Igualada
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